martes, marzo 15, 2005

Ésta no soy yo (primer borrador)

La habitación está en semi penumbra. Los últimos rflejos de luz del aterdecer de cuelan por las ventanas cubiertas por unas cortinas blancas semi transparentes.
Laura y Mónica habían pasado la tarde con Romoalda, su tía. Encendieron las luces de la sala y se sentaron a tomar una taza de café antes de que las sobrinas se retirasen..
"R-Una deja de reconocerse. Es como si todo lo que tenías por cierto desapareciera a mitad de la nada... Cambia el disco por favor... ¡Já, já! Me refiero al del aparato de sonido...
(Meche cambia el disco)
R-¿Qué estaba...?
L-Lo cierto que ya no era...
R-¡Ah, sí! Pues generalmente te agarra a mitad de una depresión, de ésas que son más constantes cada vez... ¡No Moni! Ese disco no... mejor pon un cassette de María Luisa Landín que tengo ahí... ¡Éso mero! Ésta, es la mamá de Chelo, es más como la tía de Paquita...
L- Nos decías Tía Romoalda...
R-¡Ay niña, no seas ansiosa!
M- Pues es que te distraes, Tía
R-Y la otra salta por su hermana... Bueno. Pues ésa depresión en el pasado me ha agarrdo deprimida. Pienso y pienso, y re-pienso. Hasta humo me sale de la cabeza - "¿Quién soy yo?", o peor aún, "¿Qué sentido tiene que haga lo que haga, si pareciera no servir de nada?". Si fueran maetras como yo se sentirían igual. A otras personas: ingenieros, periodistas, arquitectos, políticos, empresarios; les debe llegar la misma duda, pero con otros ingredientes, los propios avatares de sus vidas...
Una vez tuve suerte, creo, en darme cuenta que esa duda podía ser más bien motivo de ocupación y no de preocupación. Entonces me dediqué a salir del hoyo; porque por cierto, en ésos momentos una está hecha bolas literalmente, toda la casa patas pa'rriba, quedando mal en el trabajo o en la escuela, como yo ésa vez. Así pues me concentré en poner todo en orden y se me pasó la congoja...
Pero en otra ocasión, caí en la trampa de "tenerlo claro", sabía que debía ocuparme, pero más bien me ofusqué. Me dije a mí misma que ya no era una niña que tenía toda la vida por delante, y comencé a reforzar mis rutinas. Quizá lo que necesitaba era más bien recuperar la espontaneidad de mi juventud. No se trataba de volver atras, en el sentido de desandar los pasos o de lamentarse de lo que no hicimos. Sino recuperar lo importante: la jovialidad, la frescura, la confianza, el sentido del humor, y lo que se les pueda ocurrir, que haya sido una herramienta que nos ayudó a llegar donde estamos. Yo caí en la trampa y me amargué.
Un día me miré en el espejo y me asusté. Me acababa de bañar, pero corrí a la regadera otra vez, a bañarme con agua ahora fría, necesitaba despertar de lo que me parecía un horrible sueño. Pero la imagen en el espejo no cambiaba, y sin embargo era tan diferente...
L-¿No estarías cruda más bien, Tía? -Dijo Laura susurrando.
M-No seas burlona pinche Laura.
R-(sin haberlas escuchado) Ésta no soy yo, no, no soy yo, ésta no soy yo... Pero sí era, nomás que ese día descubrí una sombra de amargura como tatuada en toda mi cara... los labios caídos que no permitían sonrisa alguna; bolsas debajo de los ojos, como si contuvieran lágrimas que no quise derramar por mucho tiempo; y, las líneas de mi frente estaban tan marcadas de tanto mal gesto, de corajes, de bilis que me tragué muchas veces... Ya no era yo..."

Después de un rato, Laura y Mónica dejan a su tía, casi dormida, y se van a casa. En el camino reflexionan. Hay algo que las mantiene en silencio, y es que se adivinan. Desde el instante en que nacieron, una tras de la otra, se presintieron. Supieron que habían venido juntas al mundo. Las palabras entre ellas no era necesarias.

Habían estado algo inquietas ultimamente, sentían como si no se hallaran, todo seguía igual y nada era lo mismo. Era la duda cercana a los treinta, les habían dicho, la crisis de los veintes, lo explicaban otras personas. Nada era realmente convincente...