domingo, diciembre 12, 2004

Espiritu Iluminado

Aceptamos el mundo como es porque nos hablamos todo el tiempo acerca de que es así. Toda la vida nos hemos repetido las palabras sembradas por nuestros padres y semejantes, y hemos aprendido a ver el mundo como lo vemos. Es una mentira.

Somos seres luminosos, pero la iluminación es una trampa. Después de ella, la vida no se vuelve perfecta: pierde su sentido. Se pierde la riqueza de ser humano, de ser sujeto de error, sujeto de aprendizaje. Alcanzar la perfección significa ser mejor que otros, y entonces aquellos que no son "mejores" son considerados seres inferiores. Ésa es la verdadera condena, sufrir eternamente por ser mejor que el mejor de los mejores, sin saber que sólo es un discurso vacío, incongruente, fascista.

La verdadera meditación no sólo es callar nuestros pensamientos y seguir las reglas de una religión. Es necesario ver al mundo como es en su naturaleza básica, en su instinto de supervivencia: Las plantas consumen la tierra y el agua, los insectos devoran las plantas, los animales comen insectos y otros animales, los humanos comemos animales, insectos, plantas, devastamos la tierra y el agua. Somos una cadena, en la que también consumimos a otros seres humanos; y la cadena no termina en nosotros, pues nuestros depredadores son nuestras enfermedades. Paradójicamente somos consumidos por virus y bacterias mil veces más pequeños que nuestros alimentos

Jesús Cristo, Buda, Crishna, Yavé, Alá, Sai Baba, Changó, Tezcatlipoca, Zéuz, Dios Padre... son dioses porque se alimentan de nuestras oraciones, de nuestro dolor, de nuestra felicidad, de nuestro sacrificio... Pero es fácil romper la esclavitud a la que nos obligan: Hay que recordar que sin nosotros ellos no son nada, sin nuestra fe, sus palabras carecen de sentido. Si no creemos en ellos, su poder se debilita y su supuesta furia eterna, o la condena al sufrimiento eterno por no estar en la iluminación o en la santidad, desaparece. Somos libres de su yugo. Somos entonces los verdaderos dioses. Sólo tenemos que entender que no nos hacen falta capacidades prodigiosas, porque podemos volar sin alas, podemos crear sin usar magia, podemos mirar a Dios a los ojos sin tenerle miedo, ni amor ni odio.

El verdadero infierno está en las religiones y en lo que éstas prohiben y en las mentiras que ofrecen como bendiciones.
El verdadero paraíso es el amor a uno mismo, y no la entrega total romántica
El verdadero nirvana es el orgasmo, que en unos cuantos segundos nos permite ver la eternidad.
La verdadera iluminación está en nuestra maduración, no en un noble sendero lleno de espinas y sufrimientos, no en un sarificio obligado.
La vedadera perfección está en nuestra imperfección, porque nos devuelve nuestro verdadero libre alvedrío, y nos hace ser producto de nosotros mismos, no de los Dioses.

"No hay camino, se hace al andar"